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Callqui: Olvidarte Nunca

entierro de restos de fallecidos en Callqui

Eran las 18:00 horas del día 1 de agosto de 1984, y en el templo de la Iglesia Evangélica Presbiteriana de Callqui-Nisperosniyocc, se congregaban aproximadamente 28 personas: diez niños, niñas y adolescentes, alrededor de doce mujeres adultas, y seis varones jóvenes, incluido el pastor.

Se había iniciado el culto y como era costumbre la congregación entonaba sus alabanzas en quechua, con fervor y orando por aquellos que estaban por llegar, sin presagiar que a menos de un kilómetro un grupo de hombres se preparaban para visitarles, en acto que además de inesperado sería cruento.

Se trataba de una patrulla de la infantería de marina, acantonada en el estadio municipal de Huanta, no se sabe con precisión cuantos fueron, algunos dicen que veinte, otros refieren que fueron treinta e incluso cincuenta, los soldados que irrumpieron violentamente en el templo presbiteriano de Callqui.

Se sabe sí que nadie pidió permiso, que sacaron con violencia a los seis varones y mientras unos militares obligaban al resto de la congregación a cantar elevando la voz, otros asesinaban brutal y cobardemente a los jóvenes evangélicos, a pocos metros de la iglesia.

Era el año 1984 y no había necesidad de una razón para matar inocentes, aunque éstos se encontrasen participando en un servicio religioso. La evidencia de que no había lugar seguro en Ayacucho es que se podía estar orando y alabando a Dios en un momento, y minutos después terminar con el cráneo y pecho destrozado.

La matanza de Callqui no fue el primer suceso que afectó a una comunidad religiosa en el Perú, pero marcó de manera especial a las iglesias evangélicas, pues les informó que eran vulnerables aún en sus templos.

En abril de 2014, después de 30 años, concluyó el primer juicio seguido por el caso, condenando al guía civil de la patrulla que perpetró el crimen; en julio de 2021 se culminó el juicio oral que condenó a Luis Celis Checa, oficial de la Marina de Guerra y jefe de la patrulla asesina.

Hoy se cumplen 38 años de la masacre, y lo logrado en los tribunales no es suficiente para decir que se ha hecho justicia. Aún continúa un proceso seguido contra los altos jefes militares de la región Ayacucho en aquella época, el Estado inventa pretextos para cumplir con la reparación civil ordenada por el Poder Judicial a favor de los familiares de las víctimas, y ninguna autoridad política o militar ha tenido el gesto de pedir perdón.

La tragedia de Callqui dio origen a la conformación de una comisión de apoyo social en el Concilio Nacional Evangélico del Perú- CONEP, que es el antecedente institucional de Paz y Esperanza. Un motivo más para afirmar nuestro compromiso por la justicia, y para no olvidar lo ocurrido.

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