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¡Renovemos nuestra mirada hacia la niñez!

En el devenir de la historia, desde las visiones grecorromanas hasta todavía algunas en la actualidad, la posición de las infancias en las sociedades ha estado marcada por la condición de subordinación, de propiedad o patrimonio con todo lo que ello acarrea para sus vidas en términos de derechos y dignidad. Sin embargo, hoy en día podemos reconocer que la infancia es un período del desarrollo humano con características y necesidades específicas, y al niño como persona, con derecho a la dignidad y a la libertad.

Investigaciones en diferentes campos del conocimiento -biología, neurociencia, ciencias del comportamiento, psicología del desarrollo, educación y economía- nos muestran que los primeros años de vida son cruciales para el desarrollo del ser humano biológica, psicológica, cultural y socialmente. Así mismo, la Constitución Política de Colombia enfatiza que los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás. Sin embargo, en un informe de Save the Children del 2019, el país ocupaba el segundo puesto a nivel mundial en homicidio infantil y el quinto puesto entre los países donde los niños y niñas son más afectados por el conflicto armado. Según el informe de la Policía Nacional, durante el 2020 y hasta enero de este año, se denunciaron 19.180 casos de agresión y violencia sexual contra niños y adolescentes, cifras alarmantes de nuestra realidad.

Frente a este panorama es necesario actuar. Hemos venido repitiendo patrones socioculturales alrededor de nuestras miradas y prácticas hacia la niñez, invisibilizando sus problemáticas presentes, anulando su condición de sujetos políticos en la sociedad y limitando la protección de sus derechos al ámbito privado. Un adultocentrismo no comprometido ha sido testigo a lo largo de las décadas de cómo se quiebran sueños y proyectos de vida, y cómo nos afecta a la sociedad entera nuestra inacción y falta de involucramiento en temas de niñez.

Jesús, en medio de su contexto histórico-cultural y las miradas de su época hacia la niñez -que para nuestros tiempos podrían leerse como inhumanas- hace algo revolucionario, rompe con la cultura opresiva, represiva, excluyente y adultocéntrica al colocar a la niñez como centro del Reino de Dios, como centro de la misión. Reconociendo la condición de vulnerabilidad y dependencia que ocupan en la sociedad, cambia el paradigma del niño como objeto al reconocer al niño como sujeto, ser humano completo creado a imagen y semejanza de Dios y lo hace portador de una nueva propuesta teológica revolucionaria del Reino de Dios.

Nuestra deuda con la niñez es históricamente inmensa, es hora de que aceptemos el desafío de Jesús y sigamos su ejemplo de dignificación, ternura, búsqueda de justicia y protección a los más vulnerables de nuestras sociedades, para que recuperemos la capacidad de acompañar sensiblemente a las infancias erradicando la agresión y violencia y cambiándola por propuestas y acciones de vida. Sigamos el ejemplo de Jesús y desafiemos la violencia que se quiere enquistar desde la niñez, con la ternura del buentrato que dignifica.

Sara Hasen
Asistente Profesional
Paz y Esperanza Colombia

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