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Momentos de desconexión para reconectar con nuestra vocación pastoral.

“Nadie puede funcionar correctamente sin algo de paz y silencio de vez en cuando” – Christopher Paolini

Los retiros psicopastorales con el equipo primario de Paz y Esperanza, el cual comprende los profesionales en campo, así como los administrativos, han sido espacios que se convierten en pausas necesarias para recobrar fuerzas, pues sabemos que las labores de acompañamiento generan en quienes lo brindan, una carga emocional fuerte. La dimensión de lo humano contiene en sí misma aspectos satisfactorios desde el cambio de las condiciones de vida de las comunidades, al mismo tiempo que es confrontativo en la medida que se comprende que el cambio no reside en nosotros y que las problemáticas estructurales desbordan y conllevan a situarnos en un escenario donde las acciones pequeñas se suman una a una por trastocar la raíz, y desde allí, permitir que afloren los cambios en el tiempo que estos decidan develarse.

El reconocer que el cambio no depende de los y las que acompañamos, pues los procesos son orgánicos, cíclicos y fluctuantes, permite situarnos en una posición de resignificación de la fe, dado que es justamente tener certeza sobre el alcance de lo que se espera y la convicción de aquello que ha de ser realidad palpable, aunque todavía no se haya materializado por completo. Liliana Villegas como integrante del equipo psicosocial, nos comparte su perspectiva en relación a la importancia de los retiros psicopastorales:

Los encuentros psicosociales como equipo de trabajo han representado un factor importante para nutrir nuestra fe, afianzar nuestras relaciones interpersonales, fomentar el cuidado y el apoyo entre nosotros, crecer en la empatía, el respeto y el bienestar integral, además de evaluar y planificar nuestras acciones para la continuidad de los procesos en los territorios de intervención.

Propician un escenario para el descanso físico, emocional y mental, así como el generar vínculos afectivos más cercanos que posibilitan la rendición de cuentas, compartir aprendizajes significativos, descarga de emociones y/o frustraciones, retos personales, familiares y laborales, entre otros. Es un tiempo para orar juntos y mantenernos enfocados en los desafíos individuales y colectivos.

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