Pazeños que se encuentran, verdades que liberan, esperanzas que revitalizan, desafíos que se apropian.
Lima – Perú fue el epicentro de dos eventos cruciales: el II Encuentro Evangélicos y Derechos Humanos, así como la asamblea con la fraternidad Paz y Esperanza. Los días 4 al 7 de diciembre se llevaron a cabo dos encuentros de gran envergadura en el marco de los 75 años de la Declaración Universal de los DDHH, con el objetivo en primer lugar de reconocer problemáticas sociales que a nivel regional nos atañen como iglesias y organizaciones basadas en la fe, lo cual da lugar a repensar nuestro rol como cristianos y cristianas en la defensa de los DDHH desde un enfoque teológico de la justicia.
Las temáticas abordadas en los grupos focales fueron: Violencia Basada en Género, abuso espiritual de la fe, Las Incidencias de los grupos anti – derechos en América Latina, El activismo evangélico contestatario pro derechos en el espacio público, Memoria histórica y reconciliación, Derechos territoriales de los pueblos originarios, Derechos de los niños, niñas y adolescentes, Derechos de las personas con discapacidad. Este ciclo de conversatorios así como de ponencias, posibilitó situarnos ante un panorama que precisa de la respuesta activa por parte de aquellos que nos reconocemos como agentes de una paz justa en los territorios.
Posterior a este evento, se llevó a cabo la asamblea con las oficinas de Paz y Esperanza Ecuador, Bolivia, Chile, Perú, Colombia, Estados Unidos, Francia y Reino Unido, con el fin de poner en evidencia los avances y alcances de cada oficina, a la luz de las necesidades presentes en sus países y territorios. Hubo puntos de encuentro en clave del acompañamiento psicosocial con perspectiva de género, además de la interseccionalidad como enfoque que sigue suscitando diferentes retos. Sin duda, estos días dispuestos para la asamblea fueron cruciales para la lectura comunitaria de la biblia, el intercambio de experiencias entre pazeños[1], la observación crítica de la realidad que lleva a examinar nuestras formas de implicación en ella, y la meditación como componente inherente a nuestros espacios, comprendiendo lo menester del autocuidado en quienes hemos decidido encarar la complejidad que entrañan las múltiples realidades en nuestros contextos.
Sin duda alguna, los encuentros regionales revitalizan la esperanza en la medida que los esfuerzos mancomunados y las sinergias en favor del cambio son como destellos que alcanzan aquellos horizontes posibles avizorados en el caminar con otros y otras. Vemos en todo tiempo cómo el rostro de Jesús se ve reflejado en cada palabra de gratitud, en cada logro en nombre de la justicia, la paz y la reconciliación, en cada huella que deja un proceso que dicta por permanecer, pues reconocemos que nuestra labor debe trascender a un quehacer inacabado que han de asumir las comunidades de cambio.
[1] Refiere a una forma de reconocer a quiénes integran Paz y Esperanza.
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